Marga esperaba ansiosa su planeado viaje a otro país, pero, como era su práctica habitual, primero oró. «Son solo unas vacaciones —dijo una amiga—, ¿por qué tienes que consultarle a Dios?». Sin embargo, Marga creía en entregarle todo a Él. Esta vez, sintió que Dios la impulsaba a cancelar el viaje. Lo hizo, y después, cuando tendría que haber estado allí, estalló una pandemia. «Siento que Dios me estaba protegiendo», señala.
Jeremías no se dio cuenta de la situación en la que estaba metiéndose cuando llegó a la universidad para su curso de tres años y pidió el dormitorio más barato que hubiera. «Era horrible —recordaba—. La habitación y su baño eran espantosos». Pero tenía poco dinero y elección. Dijo: «Lo único que podía hacer era pensar: Tengo una casa hermosa a la cual volver en tres años, así que me quedaré aquí y aprovecharé el tiempo al máximo».
Carola no podía entender por qué estaba pasando todo a la vez. Como si el trabajo no fuera suficientemente malo, su hija se fracturó el pie en la escuela y ella contrajo una grave infección. ¿Qué hice para merecer esto?, se preguntaba. Lo único que podía hacer era pedirle fuerzas a Dios.
Cuando el cáncer la golpeó, Elsa estaba preparada para ir al cielo con Jesús. Pero se recuperó, aunque la enfermedad la dejó inmóvil. Eso también hizo que se preguntara por qué Dios permitió que siguiera viviendo. Entonces, le preguntó: «¿Qué bien puedo hacer? No tengo mucho dinero ni capacidades, y tampoco puedo caminar. ¿Cómo puedo serte útil?».
El sonido del torno aterrorizó a Sara, de cinco años de edad. Saltó de la silla del dentista y no quiso volver a sentarse. Entendiendo la situación, el dentista le dijo al papá: «Papá, siéntate tú». Julio pensó que quería mostrarle a su hija qué fácil era. Pero el dentista miró a la niña y le dijo: «Ahora, sube y siéntate en el regazo de papá». Entonces, acunada por los brazos confiables de su papá, Sara se relajó completamente y el dentista pudo continuar.
Cuando la reina Isabel de Inglaterra murió en septiembre de 2022, se desplegaron miles de soldados para la procesión del funeral. El papel de cada uno casi pasó inadvertido entre la enorme multitud, pero muchos lo consideraron su mayor honor. Un soldado dijo: «Fue una oportunidad de cumplir nuestro último deber por Su Majestad». Para él, lo que hizo importante la tarea no fue lo que hizo, sino para quién.
Durante años, Juan había sido una persona irritante en la iglesia. Tenía mal humor, era exigente y áspero, y se quejaba constantemente de no ser bien «servido», y de que el personal y los voluntarios no hacían su trabajo. Sinceramente, era difícil amarlo.
Mientras crecía, César no conocía mucho lo que significaba tener una familia. Su madre había muerto y su padre casi no estaba en casa. A menudo, se sentía solo y abandonado. Sin embargo, una pareja vecina se le acercó. Lo acogieron en su casa e hicieron que sus hijos fueran como «hermanos mayores» para él, lo que le dio la seguridad de que era amado. También lo llevaron a la iglesia, donde César, ahora un muchacho seguro de sí mismo, es líder de jóvenes.
Quizá no debería haber aceptado correr con Bernardo. Estaba en un país extranjero y no tenía idea de hasta dónde iríamos y cómo sería el terreno. Además, él corría rápido. ¿Qué podía hacer sino confiar en él porque conocía el camino? Cuando partimos, mi preocupación aumentó. El sendero en medio de un bosque espeso era irregular y con curvas. Gracias a Dios, Bernardo se daba vuelta para ver si yo estaba bien y advertirme de los tramos más difíciles.
Louise era una niña vivaz y juguetona que hacía sonreír a todos los que la conocían. A los cinco años de edad, sucumbió trágicamente a una rara enfermedad. Su muerte repentina fue un golpe tremendo para sus padres, Day Day y Peter, y para todos los que trabajábamos con ellos. Los acompañamos en su dolor.